Por Sara Fernández Liaño
El cáncer es una enfermedad que hoy en día asola a muchas personas. Dependiendo del tipo de célula y el lugar donde se encuentren, este será de uno u otro tipo. No se conoce la causa de por qué las células comienzan a comportarse de esa manera tan extraña. Sin embargo, la sociedad, hace todo lo necesario por conseguir combatirla de la manera más eficaz posible.
Lo más común, es que las personas que padecen cáncer encuentren algún tipo de anomalía en su cuerpo, algún pequeño “bulto” que detecte que algo está pasando. Ese bulto está compuesto por células que comienzan a agruparse y a formar un tejido más denso en la zona. A esos bultos se les da el nombre de tumores, y estos pueden ser benignos o malignos. Los tumores benignos no conllevan riesgo para la salud, simplemente es un grupo de células que se han agrupado sin mayor peligro. Para saber si ese grupo de células es benigno, suele ser extirpado y llevar a cabo una biopsia. Si en esa biopsia los resultados no son favorables, se dice que el tumor es maligno, y se le adjunta el nombre de cáncer. Si las células son malignas, estas empezarán a comportarse de una manera extraña y agresiva con las células que estén a su alrededor. No solo dejan de realizar su función, sino que atacan y destruyen otras células, tejidos y órganos a veces vitales.
Existen casos en los que las células son capaces de viajar por el cuerpo y atacar a otros órganos que estén más distantes. Esto recibe el nombre de metástasis, y es realmente peligrosa, ya que la agresividad de estas células puede llevar a un mal estar en el paciente, dolor intenso, incapacidad, y en el peor de los casos el fallecimiento.
La medicina oncológica lleva a cabo tratamientos con el objetivo de destruir, o al menos, disminuir al máximo, el riesgo que suponen estas células. Y en el mejor de los casos, hacer que la enfermedad desaparezca. Los tratamientos más populares son la radioterapia, donde se queman las células cancerígenas e inevitablemente las de su alrededor. Y la quimioterapia, en la que a los pacientes se administra un “veneno” que maten esas células. Estos tratamientos son muy invasivos y con grandes efectos secundarios para el paciente. Sin embargo, es lo mejor que se conoce hasta ahora para tratar esta horrible enfermedad.
La psicología, no ha mirado a otro lado a la hora de tratar el cáncer. De hecho, el apoyo psicológico en estos casos termina siendo fundamental e imprescindible. Por supuesto, no es la psicología la que va a conseguir destruir la enfermedad. La cura del sujeto está en manos de la medicina. Sin embargo, las herramientas, el conocimiento, las estrategias de actuación y un largo etcétera si son terreno de nuestros profesionales.
La manera de enfrentarse a la enfermedad es crucial a la hora de combatirla. Tener una actitud positiva, hace que la lucha sea mucho más eficaz y menos costosa para el paciente. Si conseguimos mantener unos pensamientos positivos en nuestra mente, es probable, a la vez, que nuestras emociones no sean negativas, y eso hará que nuestra conducta también cambie, todo está relacionado. Este cambio de actitud ayuda a superar la enfermedad, y no solo de manera psicológica, sino que nuestro propio organismo segregará sustancias que sirvan de apoyo a la medicina para combatir los tumores. Por ejemplo, un estado de ánimo saludable, permite tener unas defensas más poderosas, aumentando la probabilidad de superar cualquier tipo de infección que se de en el proceso del tratamiento.
Por otro lado, existen técnicas psicodinámicas que consiguen una mejoría significativa en su afrontamiento. Por ejemplo, y aunque parezca increíble, podemos cerrar los ojos, imaginarnos nuestras células y hablar con ellas para explicarles que no podrán con nosotros. Con entrenamiento, práctica y un buen guía (psicólogo) está “locura” puede llegar a funcionar, y lograr una gran mejoría. A veces, no somos conscientes del poder que tenemos en nuestra propia mente de cambiar las cosas.
La comprensión de la enfermedad es primordial, el paciente debe saber en todo momento lo que le pasa y en qué situación está. No se puede mentir ni a ellos ni a sus familiares. Pero, la manera de contar las malas noticias puede ser crucial a la hora de esperar una reacción positiva frente a una negativa por parte de la persona. La empatía debe estar siempre presente, son personas que sufren de una u otra manera y se enfrentan a un largo camino. Todos los pacientes se merecen el máximo respeto cuando son tratados. El respeto del enfermo oncológico, además de ser máximo, debe de ir acompañado de una gran delicadeza, tolerancia y estima.
Otras emociones y trastornos psicológicos aparecen relacionados con esta enfermedad. Es seguro que la depresión, ansiedad, ira, miedo, frustración, culpa, etc. brotaran en algún momento. La psicooncología trata todos estos síntomas que producen un malestar significativo. Llevar a cabo técnicas como la relajación, imaginación, exposición, reestructuración cognitiva, etc. será un gran apoyo para aliviar todos estos síntomas.
Tratar con la familia puede conseguir también un gran apoyo para la terapia, explicar a los familiares del enfermo en que consiste la enfermedad, cuáles van a ser los pasos de la terapia, las consecuencias de todo ello y poder responder a dudas, etc. hará que el ambiente más cercano del enfermo sea beneficioso para superar todo el proceso.
En muchas ocasiones, esta enfermedad hace que nos encontremos en la consulta a enfermos terminales, personas con cáncer que saben que no lo podrán superar. Son los psicooncologos los que en este caso conocen mejor que nadie como poder tratar, conversar, tranquilizar y conseguir que el enfermo llegue a ese momento de la mejor manera posible, sin ansiedad, sin dejar cosas pendientes, en Paz.
Otra situación delicada que puede darse en la enfermedad oncológica es el cáncer infantil. Cuando esta patología ataca a un niño pequeño parece que el dolor, la angustia, culpabilidad, frustración, miedo, etc. aparecen de una manera mucho más intensa. En los hospitales comienzan a aparecer diferentes alternativas que hacen que los pequeños toleren todo el tratamiento de una manera más llevadera. Los psicólogos de los hospitales, con el apoyo de los médicos, enfermeros, celadores, etc. consiguen transformar la enfermedad y, por ejemplo, llevar a cabo juegos donde esta es destruida, hacer dibujos de las células donde se les combaten y dejan de hacerle daño, etc. A veces, es sorprendente ver como los más pequeños son los que más ganas tienen de vivir y nos dan lecciones a la hora de comportarse y tratar la enfermedad de una manera extraordinariamente valiente.
En definitiva, el cáncer, es una enfermedad dura y peligrosa que, además de ser tratada con medicamentos, requiere la intervención psicológica para una mejor y mayor recuperación.