Por Sara Fernández Liaño
El Trastorno Bipolar es una enfermedad ligada al ámbito de la salud mental, con un fuerte componente biológico y genético, incluido dentro de los Trastornos del Estado de Ánimo. Este no aparece y desaparece, es decir, una persona no sufre un ataque bipolar, sino que es bipolar y lo será siempre. Hoy en día, no existe un remedio que consiga curarlo. El objetivo, es conseguir controlar los estados de ánimo para que no se disparen hacia ninguno de los dos polos.
Su nombre tiene que ver con las dos fases que se experimentan al sufrir la enfermedad. Existe una fase depresiva y otra de extrema euforia.
Para poder diagnosticar a una persona de Trastorno Bipolar, esta debe haber sufrido al menos una vez un episodio de euforia exagerada, también llamado “episodio maniaco”. Si solo encontramos episodios depresivos, el diagnostico que se realizará será Unipolar de Depresión, hasta que aparezca el polo opuesto.
La fase de depresión debe contener, al menos, cinco de los criterios diagnósticos para una Depresión Mayor incluidos en el diccionario psicopatológico DSM-V. Algunos de estos criterios son: Un estado de ánimo deprimido, apatía, anhedonia, pérdida o aumento de peso, insomnio o hipersomnia, pérdida de energía, dificultades de concentración, etc.
En la fase “maniaca”, encontramos síntomas como la expansividad anímica, una autoestima exagerada, hostilidad; así como algunos similares a la depresión, como problemas del sueño, trastornos del apetito o dificultad de concentración.
¿Por qué pasa todo esto? La realidad de este trastorno la encontramos en nuestra biología, son nuestros neurotransmisores los que producen esos estados de ánimo tan opuestos. Lo más importante es detectar los síntomas lo más rápidamente posible para acudir a nuestro médico y conseguir, a través de la medicación, estabilizar esos estados de ánimo.
En momentos de depresión, suele ser más fácil detectar que una persona está mal. Es la fase maniaca, la que nos puede desconcertar a la hora de percibir si hay o no un problema grave. Esta fase es egosintónica, es decir, el propio paciente no sufre, y no comprende porque los demás se preocupan por él. Para poder detectarla es importante observar ciertos comportamientos:
- La energía invade a la persona de una manera exagerada.
- Comienza a dormir poco ya que deja de tener sueño.
- Sufre de hiperactividad. El cansancio parece no llegar nunca y no puede estar quieto ni parar de hacer cosas.
- Su pensamiento se acelera, es por eso que le cuesta mucho concentrarse y se distrae con facilidad.
- Comienza a tener muchas ideas en su cabeza y aparecen proyectos descabellados y poco realistas en los que invierte mucho tiempo y dinero.
- Presenta una gran desinhibición que puede volverse peligrosa.
- También se vuelven entrometidos, polémicos, controvertidos, controladores, etc.
En este caso, son los hombres los que más sufren de este trastorno. Siendo las mujeres las que los superan en el Trastorno Unipolar de Depresión. Además, ellos suelen comenzar con una fase maniaca, mientras que las mujeres padecen antes de episodios depresivos.
Entonces, ¿Por qué acudir a un profesional si no tiene cura? Estabilizar el estado de ánimo con “Litio” hace que disminuyan bastante, o se eliminen, las descompensaciones que provocan los síntomas. Además, una vez el psiquiatra ha conseguido estabilizar los neurotransmisores, no hay que olvidar que es fácil volver a recaer. Por eso, la psicología se encarga de ayudar a estos enfermos a tener una buena adherencia al tratamiento; intervenir y vigilar los pequeños cambios de ánimo que puedan darse; combatir las posibles recaídas; concienciar y explicar a la persona en que consiste su problema; etc. Además, en la mayoría de las ocasiones, no solo son los enfermos los que sufren el trastorno, sus familiares tienen que ser capaces también de entender lo que está pasando, predecir una recaída, aprender a comunicarse con el enfermo en un episodio, y manejar sus propias emociones, como ansiedad, estrés, depresión, etc. Todo eso siempre será más sencillo con apoyo psicológico.