Por Sara Fernández Liaño
Las personas, somos un conjunto de componentes que, interactuando entre ellos, consiguen formarnos como seres humanos. Dentro de esos elementos encontramos, entre otros, todos los sustratos biológicos (órganos, tejidos, fluidos, etc.), los constructos abstractos (pensamientos, sentimientos, actitudes, etc.) y nuestra manera de relacionarnos con el mundo. La psicología, hoy en día, no se encarga únicamente de estudiar y analizar la parte psicológica de las personas; sino que, se preocupa de todo el conjunto. El fundamento psicológico tiene como base toda la parte física del organismo. Es de ahí de dónde nace la Neuropsicología.
La Neuropsicología, es la encargada de entender, por ejemplo, cómo funcionan las neuronas para conseguir “el pensamiento”, cómo una emoción activa ciertas partes de nuestro cerebro, o cómo los psicofármacos actúan sobre nosotros.
Es nuestro cuerpo el que sustenta, a base de tejidos biológicos, todo lo que somos. Nuestra mente no podría funcionar sin que nuestro cerebro trabajara correctamente. Podemos llegar incluso a ser tan reduccionistas de afirmar evidencias como que: un pensamiento no es más que un impulso eléctrico de una neurona que desprende ciertas sustancias químicas hacia otra.
La base de la Neuropsicología es la Neurociencia. La Neurociencia ha estudiado los componentes del cerebro, la función de cada uno, cómo interactúan y su relación con el resto del organismo. Gracias a ella tenemos conocimiento de todo lo que pasa en el cerebro a nivel biológico.
Saber cómo actúa una neurona es el primer paso para entender funciones tan complejas como la memoria, la percepción o los ritmos circadianos (sueño). Pero también nos da la base sobre otras capacidades y procesos como sentir alegría, empatía, hambre o el aprendizaje.
Además de darnos a conocer la manera de funcionar de nuestro cerebro, la neuropsicología también nos desvela qué ocurre a nivel físico cuando aparece un trastorno mental. Un claro ejemplo de como la biología y la psicología van unidas de la mano lo podemos encontrar en, por ejemplo, la explicación a un trastorno depresivo. ¿Por qué surge un trastorno depresivo? La interacción entre lo psicológico y lo biológico es tan fuerte que muchas veces no podemos estar seguros de qué está provocando la enfermedad, pero sí que todo está relacionado. Cuando alguien está deprimido experimenta ciertos síntomas como tristeza, anedonia, apatía, etc. Estos síntomas pueden aparecer por muchas causas, unas de ellas serán psicológicas, como la pérdida de trabajo, una ruptura sentimental, un duelo. Sin embargo, lo que la persona experimenta biológicamente es la falta de un neurotransmisor, en este caso la Serotonina, en el espacio intersináptico. La falta de esta sustancia hace que aparezcan los síntomas depresivos. Pero entonces ¿Qué provoca qué? ¿Cómo podemos saber que influye a qué? La realidad es que todo está conectado y que no podemos separar lo psicológico de lo biológico. La Neuropsicología lo sabe y por eso avanza por este camino.
Es aquí donde las distintas disciplinas que trabajan en salud mental deben unirse. La neurología, psiquiatría, psicología, etc. llevan a cabo un trabajo conjunto para tratar estos trastornos. Si un psiquiatra pauta un antidepresivo, conseguirá aumentar la cantidad de Serotonina entre las neuronas. Esto no hará que la manera de pensar de un paciente cambie, pero si le ayudará a tener más energía o, por ejemplo, que le sea más fácil cambiar pensamientos como “todo me sale mal” por “voy a intentar que no todo me salga mal”. Ese empujón, en depresiones muy severas, es fundamental para seguir un tratamiento psicológico de manera eficaz.
Sin duda, aprender unos de otros, tener en cuenta que cada disciplina aporta conocimientos necesarios para entender al ser humano, y no olvidarse nunca que somos un todo que conecta tanto lo físico como lo psicológico, hace que nuestra labor sea cada vez más eficaz y nos acerquemos a un tipo de “verdad” mucho más cercana a la realidad.